Dulce me dijo que el tiempo se detuvo entre Oscar y yo hoy lunes 4 de agosto a las 19:00 p.m. hora del centro, pues en este horario abordo el autobús que, mientras escribo esta entrada del blog, transita la carretera que lleva a Chihuahua. Mi hermana sigue la teoría de que el tiempo no existe y que se puede detener, así que para reconfortarme ahora que vengo llegando a casa de acompanarlo en el inicio del retorno me expuso esta idea. Otra vez sentí que la central de autobuses es un lugar que me pone mal, ese recorrido de regreso al estacionamiento, por ese pasillo ancho me deja deshecha, es precisamente ese momento de las despedidas que me rebasa y justo ahí me empiezo a hacer preguntas. Cuando llevo a Laura me pasa igual. Ahora con Oscar ya lo pase dos veces, con Laura ya perdí la cuenta. Porque no vivimos en la misma ciudad? Creo que el stand by nos fortalece, pero al menos a mi, se me dificulta detener la experiencia. El abrazo del despido es tan frágil, tan falso porque queremos que se acabe de inmediato para no tener que pasar situaciones incomodas, las palabras pronunciadas son cliches vueltos a usar. No quiero ser la que se queda, la que despide, quiero ser la que se aleja o la que retorna. Afortunadamente hoy llegamos con retraso, se me bloqueo el reclamo, el sentimiento y la insensatez activada por pasar a la pausa, entonces pude darme media vuelta rápidamente cuando subiste al camión y empezar mi recorrido con pasos inseguros al principio y mucho mas torpes al final, y llegar al auto por ese pasillo otra vez, que es tan ancho, donde nos cruzamos todos, el mismo tramo que recorro con la misma dificultad, viendo las maletas cargadas o arrastradas y pasajeros en llegada o en salida, que hago??? pienso que un mc flurry de oreo con chocolate extra me va a ayudar, así que lo compro en un drive thru y prendo el estéreo antes de tomar Constitución y pasar los próximos cincuenta minutos oyendo a Interpol. Yo no lo sabia, pero iba rumbo a darme cuenta que mi habitación se vació, que tus cosas se fueron contigo y que si acaso percibo alguna evidencia es un ligero aroma en el territorio ocupado, entonces saco la hoja del bote de basura y la vuelvo a sujetar con los discos colgados de la pared para soportar ausencias y presencias. Me acosté en la cama y sentí su confort, la recupere! Abrí El Ocaso de los Ídolos y leí: expongamonos solo a aquellas situaciones en las que no vale tener virtudes aparentes, en las que, como el volantinero sobre la cuerda, o nos caigamos o nos mantengamos o salgamos ilesos. Buen retorno, pronto regreso. Que Nietzsche y Platón me ayuden.
Ahí la llevo, Penélope
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