jueves, 4 de febrero de 2010

AMARILLO

Diana:

Cómo va el día? Ayer estuvimos en casa de Armando comiendo tamales y lo tomamos como un festejo preliminar de este nuevo año que estás viviendo.
Espero que los flujos sigan, que la energía te llene, que empieces nuevos caminos, que te siga el Sol y sobre todo que tengas momentos de felicidad en medio de todo esto.
Hoy planeo leerle a mis alumnos una de las conferencias que dicto Jorge Luis Borges en el Coliseo de Buenos Aires en 1977, para entre otras cosas celebrarte. Se titula "La Ceguera", habla de su amistad con el color amarillo, que nunca le fue infiel y lo acompaño desde niño cuando se demoraba enfrente de la jaula del tigre en el Jardín Zoológico de Palermo, de cómo piensa la ciudad de Buenos Aires y de cómo creo el futuro después de quedarse ciego en la dirección de la Biblioteca Nacional donde ya solo encontraba para sus ojos oscuros libros en blanco y sin letras.
"Si yo pienso en Buenos Aires, pienso en el Buenos Aires que conocí cuando era chico: de casas bajas, de patios, de zaguanes, de aljibes con una tortuga, de ventanas de reja, y ese Buenos Aires antes era todo Buenos Aires."
"Tome una decisión. Me dije: ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa: debo crear el futuro, lo que sucede al mundo visible que, de hecho, he perdido."
Que disfrutes mucho este cumpleaños porteño, muchos abrazos para hoy y comete una buena torta (pastel), quisiera poder ir contigo a ver al tigre en su jaula, demorarme como Borges ante su amarillo, lo simularé el próximo sábado en el estadio, donde también me acordare de ti.

El oro de los tigres
Hasta la hora del ocaso amarillo
cuántas veces habré mirado
al poderoso tigre de Bengala
ir y venir por el predestinado camino
detrás de los barrotes de hierro,
sin sospechar que eran su cárcel.
Después vendrían otros tigres,
el tigre de fuego de Blake;
después vendrían otros oros,
el metal amoroso que era Zeus,
el anillo que cada nueve noches
engendra nueve anillos y éstos, nueve,
y no hay un fin.
Con los años fueron dejándome
los otros hermosos colores
y ahora sólo me quedan
la vaga luz, la inextricable sombra
y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
del mito y de la épica,
oh un oro más precioso, tu cabello
que ansían estas manos.

Con cariño amarillo,
Penélope