martes, 26 de enero de 2010

DESDE EL ESCRITORIO

Ya tengo el borrador final del relato. Te lo mando adjunto a este correo. Agradezco la oportunidad que me diste de escribirlo, tu encargo me llegó en un momento crucial de mi vida, en el que he decido dedicarme a hacer cosas que me hagan feliz. He pasado bastantes horas haciéndolo, horas felices, de madrugada la mayoría. Léelo por favor. Voy a comer, a imprimirlo y a leerlo en voz alta tomando el sol en la banqueta. En la noche lo retomo para hacerle una última revisión y ya mandarte el archivo final. En Monterrey hace calor, así que esto contribuye a que mi energía ande positiva y súmale que ahora los lunes en la mañana me siento a escribir.

Desde el escritorio,

Penélope.

miércoles, 13 de enero de 2010

EN EL AIRE

Los días en que vuelo son siempre extraños. Sera que subo y bajo? Cuánto me gusta estar en tierra, pisando base. Pero mientras volaba y leía Orlando de Virginia Woolf me sentía en el limbo. El instante en el que el avión toca la pista es uno de los momentos más felices que experimento de todo el numerito. Si lo pienso, es esa parte de mi que siempre quiere tocar el suelo, aunque me sorprenda estar sin nada abajo, sin nada arriba ni a los lados.

Para redondear vi Up in the air, es interesante recién haberte bajado del avión.

Me pareció un desierto inmenso de nieve de un rigor de solidificación.

Como pensó Orlando cuando vio a la princesa forastera Marusha Stanilovska Dagmar Natasha Iliana Romanovich: 'En tres segundos la llamo un ananá (entre paréntesis aquí se lee al traductor argentino Jorge Luis Borges), un melón, un olivo, una esmeralda, un zorro en la nieve...la miro azorado, tembló, sintió calor, sintió frio, quiso arrojarse al aire del verano, aplastar bellotas bajo sus pies, estirar los brazos como las hayas y los robles'.

A veces como Orlando 'me enamoro de la muerte, del amor de la soledad, de la necesidad de algo a que amarrar el corazón'.

Del aire.

domingo, 10 de enero de 2010

SIN DUDA SIN EXITO

Yo no corro,
ni camino,
ni voy al gimnasio,
ni ando en bicicleta,
ni subo cerros o montanas,
ni patino,
ni juego fútbol,
ni nado.

Ni hago pilates,
ni practico yoga,
ni juego tenis,
ni practico golf,
ni hago spinning,
ni saco a pasear al perro

ni voy al centro comercial,
ni practico nada,
nada

lo único que intento
siempre
sin falta
sin mesura
sin pausa
sin prisa
sin demora
sin limites

sin duda
sin éxito,
es cuidar el corazón.

Aun así
no me sirve de nada,
o tal vez si.

Pero cuando las noches no se acaban
o no empiezan
y los días pasan
o se quedan
y me doy cuenta de que nadie
nunca
cuidara de él

lloro
desconsolada
(de felicidad?)

y escribo, a veces
para volverlo a usar.