sábado, 23 de agosto de 2008

LA ESCALERA

Ayer me encontre el blog de Pedro Almodovar justo antes de irme a la Cineteca. Lei un poquito, lo suficiente para llegar tarde a mi cita con Cristian y Cecilia Roth, y hacerme la idea de que regresando seguiria explorandolo. La llegada fue pasando las 3:00 a.m. y directa a la cama. Hoy recien me levanto y encendi la computadora. Me gusto mucho esta entrada que habla de escaleras, cine y homosexualidad...


"La escalera.
Gene Tierney se lanzaba de bruces al abismo de la escalera de su encantadora casa con la nada encantadora intención de matar al ser que albergaba en su seno, por el simple hecho de que su marido ya le adoraba antes de nacer. Y la sola idea de competir con aquel bebé la sacaba de quicio. Celos, paranoia, locura. Un sentimiento pocas veces vinculado a la maternidad. Los celos asesinos y las escaleras han protagonizado momentos de oro desde que se inventó el cinematógrafo. Hoy los tengo especialmente presentes porque estoy planificando una escena de escalera, una escena muy importante en “Los abrazos rotos” protagonizada por Penélope Cruz y José Luis Gómez, que ruedo mañana. Sin pretender ser exhaustivo me vienen a la memoria algunas de las escenas de escaleras que más me impactaron. Richard Widmark (“El Beso de la muerte”, de Henry Hathaway) arrojando por la escalera a una vieja en silla de ruedas, previamente atada con el cable del teléfono arrancado, simplemente porque la mujer se negaba a revelarle a semejante loco el paradero de su hijo. La risa de Widmark mientras empuja la silla con la mujer inmovilizada por la parálisis y por el cable del teléfono, le convierte en uno de los psicópatas más aterradores del género, cuando todavía no se hablaba de psicópatas en el cine. En las antípodas de Gene Tierney, Vivien Leigh también perdía a su hijo en “Lo que el viento se llevó” cayendo por una regia escalera de terciopelo rojo. Ver a Bette Davis junto a una escalera es como para echarte a temblar (“Little Foxes”, “La carta” o “Qué fue de Baby Jane?”).

La escalera también ha sido siempre un elemento arquitectónico que indica poderío, resulta inimaginable la familia Amberson en “Los magníficos Amberson” (también titulada “El cuarto mandamiento”) de Orson Welles, sin la presencia de esas escaleras que comunicaban los distintos niveles del drama familiar. También el misterio se refugia en las partes altas de una escalera (Psicosis), o sirve para que las heroínas de las comedias en blanco y negro de los años 40 y 50 correteen de arriba a abajo con trajes divinos y galanes de ensueño. Además de la escalera digamos gótica, también está la escalera épica. A este tipo pertenece la mejor escena de escalera jamás rodada, la de “El Acorazado Potemkin” (ese carrito de bebé, saltando de escalón en escalón!). Y si se habla de la escalera del “Potemkin” hay que mencionar también al mejor imitador que ha tenido esa antológica secuencia, Brian de Palma en “Los intocables de Eliot Ness”. También recuerdo la escalera operística del tiroteo al final de “El Padrino III”.Y seguro que hay muchas más...

Hablando de escaleras, hay una película basada en una obra de teatro que se llama así, “La escalera” (Stanley Donen), una historia de dos viejas locas, interpretadas deliciosamente por Richard Burton y Rex Harrison. Qué dotados están los actores ingleses para interpretar a los personajes homosexuales varones (con más o menos pluma). Y qué diferencia con la loca mediterránea, llevada a la cima del exceso y la parodia en “La jaula de las locas” y todas sus derivaciones (no digo que éstas no sean divertidas, sólo constato sus diferencias). A cualquier actor inglés me lo imagino, y me lo creo, diciéndole a otro hombre que lo desea, sin añadir nada especial a su gestualidad ni al tono de su voz. Bueno, a todos menos a Sean Connery, Albert Finney y Cristopher Lee. No me los imagino diciéndole a otro hombre que lo aman. Pero además de Burton y Rex Harrison, qué espléndidos “gays” hicieron o podrían hacer Peter Finch, Ian McKellen, Laurence Harvey, Michael Caine, John Hurt, Dirk Bogarde, Terence Stamp, James Fox, Daniel Craig, Peter Ustinov, Michael Chambon, Ralph Fiennes, Anthony Hopkins, Alan Bates, Jeremy Irons, Peter O’Toole, David Niven...!

Para este tipo de personajes el actor latino tiene a su favor “el fuego de la mirada”, y la falta de prejuicio (no se me ocurre mejor ejemplo que Antonio Banderas. Y no hablo ya de las películas que hicimos juntos, especialmente de “La ley del deseo”) en “Entrevista con un vampiro” (historia homoerótica confesa, en la que los vampiros no tienen prejuicios, lo que les interesa es la sangre, y el género al que pertenezcan sus “fuentes” les trae al fresco) ninguno de sus protagonistas “ardía de pasión” por el otro, excepto Antonio. Según su autora Anne Rice, todos se deseaban, pero el único que irradiaba fuego por los ojos era Antonio.Este fuego, por razones culturales, no se halla en el registro natural de los actores británicos (excepto Ralph Fiennes), pero poseen todo lo demás, incluso ese “algo” interior tan difícil de definir que nos hace presentir que alguien es homosexual, sin que ningún detalle externo lo delate. Lo digo como una cualidad, cualidad que no poseen los actores americanos, por ejemplo. (Naturalmente hay excepciones, Steve Carell en “Little Miss Sunshine” es un ejemplo de lo contrario, o Jake Gyllenhaal (“Brokeback Mountain”) y Kevin Bacon (“JFK”). Ninguno de ellos añade nada a su apariencia y a su manera de expresarse para hacer un personaje homosexual.) Actúan desde dentro. Para mí la presencia más representativa de la pulsión homosexual en el cine americano es Heath Ledger en “Brokeback Mountain”. Ledger expresó como nadie la tensión insufrible entre el “ser o no ser” gay. Su dolorosa actuación se convierte en uno de los grandes alegatos del cine americano contra la homofobia que domina la sociedad americana. No sé por qué hablo de esto. Ah, por la peligrosa escalera que debe sobrevolar Penélope Cruz en el rodaje de mañana. En la próxima les contaré cómo fue".

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