Hoy antes de salir de la oficina comenzó a llover, mi mama me había advertido desde ayer que se venia una tormenta. Me gusta manejar en la lluvia, puse el disco Viva La Vida de Coldplay (que no deja de sonar en mi auto, porque ya no conduzco con dj) y a tomar la calle y esquivar el agua encharcada, los autos varados, los cruceros congestionados, a fumar con las ventanas cerradas para no mojarme y que la nostalgia que me provoca el gris del cielo y el agua que cae de el no me llegue tan de repente, pero la verdad es que extraño a todos, a Chente (el de la foto) que no termina de llegar de Japón, a Oscar que se desvela sin que este acompañándolo dormida en el sillón hasta el amanecer, a Perla que no se conecta y a quien ya no veo a diario, a Laura (la de la foto) con quien ayer hable horas por teléfono para intentar descubrir que estamos haciendo mal, a Alfredo que se fue sin mi a Buenos Aires y se emborracho ayer con sotol acompañado de todos nuestros amigos... pero ahora que lo pienso es que los quiero tanto que me duele un poquito (o bastante) vivir sin ellos. Uno a uno fueron entrando al messenger en esta noche melancólica en la que veo la transmisión de las Olimpiadas y me pregunto, porque no pude ser la gimnasta o la nadadora que mis padres querían? Hasta hoy en la mañana sigo rechazando sus propuestas de invitarme a caminar al parque (a recorrer sus senderos) respondiendoles: gracias! pero creo que este día prefiero empezarlo, otra vez, leyendo a Pamuk y dejando que me envuelva...Esta noche dejo también que la lluvia me abrace y pienso en ustedes danzantes de la existencia, mientras Yang Wei demuestra que puede ser insensible a todo lo que le rodea para ser el mejor en los anillos y yo sigo sin querer, ni poder ser ajena a los otros.
Sin paraguas, penélope
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