Soy lectora ávida como mi papá. Soy la copia mejorada de esa curiosidad que tiene por el mundo transmitida por genes. El 15 de junio le dí el libro Nieve. Sus primeros comentarios no fueron extensos ni entusiastas: "es como cualquier novela, habla de mujeres que se suicidan, de política, mmmm pero si esta bien....." Confieso que me rompió el corazón, me dolió no poder compartir admiración literaria, así que no comenté nada, bueno es decir, nada comenté después de hacer un monólogo enlistando las cualidades del enamorado Orhan a ojos de su ilusa enamorada Penélope. Pasaron más de dos meses y un día me dice: "ah!, ya acabe el libro de Pamuk, tenlo, leelo.....tendrás otro?" Su pregunta me regresó a nuestro mundo. "Pues claro que tengo otro!" Y dudé. Con que podrá seguir? Él conoce de Pamuk lo que yo no conozco. "Papá, este, mmmmm, los tengo en la oficina, mañana te lo traigo". Él con la paciencia que tiene y que omitió transmitirme, esperó a que su indecisa hija le mostrara el camino. Le di La Maleta de mi padre. Antes me dijo: "los turcos como los mexicanos tenemos esa frustración de no ser parte de, creo que nos parecemos". Ohram le dedica la novela Nieve a su hija Rüya, y yo a mi papá le dedico "el limite peligroso de las cosas" que nos interesan, como lo señala Robert Browning en Apología del obispo Blougram: "el ladrón honesto, el asesino sensible, el ateo supersticioso", frase que se encuentra en el pórtico de la novela. Le dije entonces: "yo me parezco a ti, gracias por la curiosidad". La foto revela que siempre con confianza me ha dejado ser conductora.
Desde nuestro mundo, penélope
No hay comentarios.:
Publicar un comentario