lunes, 1 de septiembre de 2008

EL LADO OCULTO DE LA LUNA

(Sobre la identidad iberoamericana)
Comunicación presentada por José Saramago en el Encuentro Internacional
Becas Líder en Cartagena de Indias (Colombia), 2007

¿Qué es la identidad iberoamericana? No lo sé. Y a lo mejor, nadie lo sabe. Por no saber, no sé ni siquiera qué es la identidad de un pueblo, así que permitirme estas reflexiones en voz alta, sin papeles por delante, a ver si entre todos somos capaces de llegar a alguna conclusión. Parece que identidad tiene que ver con idéntico, con igual, de modo que, en el supuesto de que exista una identidad iberoamericana, tendríamos que concluir que se registra una igualdad – identidad − entre lo que pasa en este continente ahora y, desde 1492, por ejemplo, con lo que pasaba y pasa en la Península Ibérica, porque, de lo contrario, el término “iberoamericano” es inadecuado y ahí habría que rendirse y reconocer, al menos yo lo hago, que no sé como llamar a esta parte del mundo. Porque le digo América Latina, le digo América del Sur, le digo, a veces, Iberoamerica, pero sé que siempre me está faltando algo. Sería bueno que tuviéramos aquí ahora, un atlas, sobre todo un atlas hecho en Estados Unidos o en Inglaterra − que tienen sobre estos asuntos ideas propias, aunque no originales − para ver cómo resuelven la cuestión desde esa su perspectiva. Sería interesante.
Los portugueses que están entre nosotros no tienen ninguna duda, aunque yo sí pueda tenerlas, acerca del concepto identidad de un pueblo, porque identifican, sin mayores problemas, la identidad portuguesa. Nosotros, los portugueses, existimos como nación desde el siglo XII. Si en cada tiempo de un país, o de un pueblo, vivido por ese país o por ese pueblo, se pueden reconocer rasgos comunes que lo identifican con más o menos facilidad, ése es el caso portugués, de manera que podríamos concluir que hubo unas constantes que, precisamente por ser constantes, permanentes, unieron e identificaron en el transcurrir de los siglos. En el caso de Portugal, tanto en el siglo XII con el siglo XXI, podríamos decir que se da una cierta continuidad, una especie de continuidad que podríamos calificar de biológica. Nosotros somos, los de ahora que están aquí conmigo, la última marea de un movimiento del mar del tiempo que nos ha conducido hasta aquí, hasta el punto donde nos encontramos, como portugueses, como si no pudiéramos ser otra cosa. Sin embargo, no creo que esa cualidad − voy a utilizar cualidad como característica − del pueblo portugués sea reconocible en términos de identidad común a lo largo del tiempo pasado desde el siglo XII al siglo XXI. Hemos sido muchas cosas y algunas veces contrarias, algunas veces incluso en contradicción y en conflicto con lo que antes fuimos. Eso me sugiere que mejor que emplear el tiempo en discutir o debatir sobre la identidad de un pueblo o, simplemente, sobre la identidad de una persona, porque, al fin y al cabo, somos a la vez lo mismo y lo diferente, deberíamos fomentar una conciencia, una autoconciencia, que nos permita, de alguna forma, decir quién somos ahora, o cómo se nos puede llamar, o vernos a nosotros mismos en nuestro tiempo, teniendo en cuenta, por supuesto, y con el mayor rigor posible, todos los elementos del pasado. Todos.
Si aplicamos estos criterios a esta región a la que llaman Iberoamérica, entramos en una confusión total. Imaginemos que vamos por ahí preguntando a cada ciudadano colombiano que encontramos en la calle, o en la selva, en el interior o en la costa, si se siente iberoamericano: Incluso aquellos que sobre el asunto creen tener algunas ideas, se van a encontrar con todas las dificultades del mundo para decir qué es ser iberoamericano. Un campesino de Colombia se quedará en silencio, mirando al interlocutor con ojos de asombro, porque simplemente no sabrá de qué le están hablando.
Claro que en un conjunto de personas cultas, como es el caso de este foro, el concepto de identidad iberoamericana circula bien. Pero si cada uno de nosotros se detiene durante un minuto y piensa en lo que está diciendo, creo que quizá no lo viera tan claro, quizá se sentaría tranquilamente para llegar, tal vez, a la conclusión de que, hasta ahora, ha sido, simplemente, una especie de paradigma. El hecho de afirmar que somos todos iberoamericanos parece resolver la cuestión, pero no, no resuelve nada, cubre apariencias, pero no entra en el fondo. (continua)

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