lunes, 16 de junio de 2008

La casa

Tengo vida. Soy un objeto complejo, flexible, concentrador, constantemente afectado y determinado por el hombre. Transcurro días y noches sin acabarme, adaptándome. Aludo y consolido a ese grupo de hombres del Nuevo Reyno de León que me originaron y que continúan avanzando igual que yo en este mundo. Está escrito que en 1717 comencé a gestarme en terreno aledaño al río Santa Catarina, en la periferia de la ciudad capital de Monterrey. Fui edificada por idea de Don Santiago Barrera. Con adobe me fabricaron mis muros y mi personalidad vernácula era entonces auténtica, potente, convincente, esperanzadora, inconscientemente asertiva en la transmisión de un modo de habitar que se ha producido sin pausa y sin prisa en el noreste. Desde entonces aparezco en el perfil urbano como constante, como el deseo, la muerte, la vida, la envidia, la melancolía o el odio que sienten los ciudadanos dependientes de mí, para los que soy necesaria y significativa como todos los otros edificios que viven y existen aferrados y felices facilitando el habitar de cada nacido. Tengo una historia como todo lo que vive, un inicio, un fin, un entretiempo. Soy emociones, deseos, caprichos, ignorancia. He sido usada por gobernadores virreinales como Nicolás Vandale Massieu, Pedro del Barrio Espriella e Ignacio Ussel y Guimbarda, quienes me petrificaron los muros, me engrandecieron a veinticuatro piezas, veinte ventanas, diecinueve puertas, zaguán, patio con noria y cochera.

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