Creo que la posibilidad de conocer la Alhambra comenzó en la ciudad de Córdoba, España, cuando iba en un colectivo hacia la estación de trenes, a abordar el que iba para Sevilla. Me llamó la atención una chica que subió al camión porque viajaba con una maleta de ruedas, yo venía extasiada de la Mezquita después de varias horas de recorrerla y tratando de capturar la ciudad, un poco triste de no poder conocerla mas a fondo. Llegamos al final del recorrido y me senté a esperar el tren, estaba ansiosa por llegar a Sevilla y conocer lo que tanto he imaginado. Así pues, después del viaje llegue a un albergue para registrarme y dejar mis cosas. Entre a la habitación designada y me sorprendí mucho al ver una maleta idéntica a la que traía la chica en Córdoba sobre una de las tres camas que había. Después de instalarme salí a caminar por los alrededores, para descubrir Sevilla. Cuando regresé al albergue mis compañeras estaban en la habitación, al abrir la puerta vi dos chicas blancas con toda la finta de no hablar nada de español y me decepcioné pues solo había "platicado" con una irlandesa en un malísimo inglés, ni modo, pensé. Afortunadamente una de ella comenzó a saludarme en español, inmediatamente nos reconocimos, era la misma chica que abordó el colectivo en Córdoba, así que nos sentimos identificadas desde el principio. Era argentina y viajaba hacia un mes por toda Europa, casualmente venia de Granada, conoció la Alhambra y me contó que era un paraíso, las colinas, el edificio y la ciudad formaban un gran conjunto que la impresionó. Me dio todas las señas e indicaciones para llegar después de que le compartí el deseo de conocerla. Una noche antes estaba inquieta e incrédula de poder conocerla, me forcé a dormí pues tenia que levantarme temprano para salir. Tome el autobús a Granada entre las nueve y diez de la mañana, hacia Sol y estaba lleno de personas, no obstante no compartí asiento, por lo que me dormí recorriendo el camino. Cuando nos acercábamos a la estación no me convencía la ciudad, era demasiado ordinaria para lo que esperaba. La central, un edificio moderno con rampas eléctricas, me decepcionó un poco más, pues esperaba el romanticismo de los edificios antiguos y la atmósfera mudéjar en todo su esplendor. En información lo mas solicitado era el paseo de la Alhambra, pregunte como llegar junto con otras personas, era sencillo, dos camiones y estaríamos en la taquilla, me dirigí hacia la salida y atravesándola camine hasta la parada del colectivo, espere dos minutos y abordé el camión que se iba hacia el centro para ahí poder transbordar y llegar al sitio. Conforme avanzaba el colectivo la ciudad empezaba a interesarme, mostraba sus primeros edificios, los que quería ver, estupendos ejemplos de construcciones anticipaban lo que podía esperar del lugar al que me dirigía, así que emocionada me baje de vehículo y ahí estaba, a unos minutos de la entrada, al sueno que he tenido durante casi 6 años, pero había que esperar el transporte pues todo el camino era de subida hacia el mejor sitio que tiene la ciudad, la colina roja. Chinos, alemanes, franceses, una mexicana todos con el mismo deseo. Las ciudades ajenas son tan emocionantes, el caos que se vive es intenso y diverso, todos los personajes con lo propio, la llamada de dos minutos que aumenta la tensión en medio de una calle congestionada y con el semáforo en ámbar precautorio, una turista impresionada con expresiones arquitectónicas de hace más de 500 años, un chofer de colectivo ansioso por rebasar a otros choferes y sus vehículos. Y ahí estaba, en medio del caos cotidiano de otros.
penélope, otra que viajaba.
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