miércoles, 12 de diciembre de 2007

Intento para leer la ciudad

“Hay cosas que uno lee sin leer”
Carlos Monsiváis

Después de Monterrey, la ciudad que más he vivido es Buenos Aires. Monterrey me fascina y constantemente me sorprende, nuestra relación de madre – hija, ha transitado desde el rechazo absoluto hacia el amor más entusiasta. Baires es intermitente, yo diría que sostenemos una relación de amantes de ocasión, pues me provoca siempre y me atrapó desde que nos conocimos. Las lecturas desesperadas que les he hecho a estos dos lugares –viviéndolos o imaginándolos–, pretendo llevarlas a la crítica arquitectónica, en un intento para pensar la ciudad, la herramienta humana más sofisticada y compleja. Anuncio desde ahora, que mi reflexión me parece de origen insuficiente, pero necesaria.

La ciudad como tema se ha abordado desde diversas disciplinas entre ellas puedo distinguir la literatura, la economía, la sociología, la antropología y la arquitectura. Como lectora me sorprende que desde la literatura las urbes se aprecien y describan con tanto acierto, pongo como ejemplos al regiomontano David Toscana en Duelo por Miguel Pruneda, al capitalino Carlos Monsiváis en Los rituales del caos y al portugués José Saramago en Todos los nombres, textos con sensibilidad hacia lo urbano que me han cautivado por las descripciones de sus escenarios: Monterrey, la ciudad de México y Lisboa. Confieso que me deleitaría encontrar en los tratados de urbanismo y arquitectura esta sensibilidad y comprensión, pero ¿Los arquitectos tenemos culturizada la mirada? ¿Cuántas veces por indiferencia o falta de serenidad no nos detenemos a apreciar la ciudad? ¿Por qué tuve que viajar a Buenos Aires para descubrir aspectos de Monterrey que pasaba por alto? Como descubrirla ciudad para vivirse en auto, opuesta a lo que sucede allá que se vive en recorridos peatonales.

Si bien escritores, sociólogos y antropólogos han demostrado tener capacidad de apreciar la ciudad, no está a su alcance la lectura arquitectónica y su ampliación hacia la lectura arquicultural[1], pues por formación no cuentan con los códigos necesarios que se manejan desde la disciplina, ni la habilidad y obligación de adquirirlos. Ahora bien, revelado el enfoque de la lectura que como arquitecta intento hacerle a Monterrey, me pregunto: ¿Qué puedo leer en ella?

La primera consideración sería desaprender el código aprendido, como recomienda Joaquín Sabina[2], pues la apreciación, desde la academia, que tenemos de nuestro hábitat construido está deformada, incompleta y debilitada, incluso puedo intuir que en algunos casos está inexplorada. Afirmo esto pues son escasas las teorías que desde la arquitectura nos guían hacia una apropiación de la ciudad, ¿Acaso hemos dejado esta tarea a otras disciplinas?

Mi propuesta es entonces de inicio desprendernos de la idea de Monterrey formada por fragmentos de recorridos, por problemáticas como tráfico vehicular, anuncios panorámicos, transporte público y enfocarnos en el descubrimiento y lectura de los edificios cotidianos. Propongo que como urbanitas y ciudadanos comencemos a imitar la actitud del turco Orhan Pamuk quien describe desde su experiencia vivida y con sensibilidad envidiable donde está parado, su referente, y lo plasma en un libro al que nombró como su ciudad: Estambul.

Iniciar la lectura de Monterrey abarcaría el acercamiento a los edificios que se utilizan, comprender sus contextos y ampliar la vista hacia una selección de los referentes urbanos en la ciudad habitada. En mi caso leer mis casas, la cotidiana en San Nicolás de los Garza y la de descanso en García, para a través de ellas identificar lo urbano y lo rural, después podría señalar como otros referentes urbanos la calle De la Anacua, el barrio Cipreses Residencial, la avenida Francisco I. Madero, la esquina de Dr. José María Coss y Raymundo Jardón, la plaza Hidalgo, el edificio de rectoría de la Universidad Regiomontana, la escultura del Faro del Comercio, el arco de la Independencia, el puente San Luisito, el centro cultural Colegio Civil, el panteón del Carmen y el río Santa Catarina.

La casa en San Nicolás de los Garza
La casa que habito actualmente forma parte de la colonia Cipreses Residencial, fue proyectada por un arquitecto anónimo y construida hace menos de tres años, siguiendo una tendencia, desde entonces imbatible, de producir vivienda digna para las masas. Al parecer la dignidad se ha adaptado desde entonces a las exigencias del mercado inmobiliario y no de los usuarios, pues el volumen habitable es de escasos 100 m2. La forma general es básica, apenas se articulan los prismas rectangulares; el ornato esta trabajado con aplacados de losetas cerámicas, enlucidos de mortero de yeso y agua al interior, y revoques de cemento y agua al exterior, ambos protegidos con pintura vinílica, la estructura encubierta trabaja a flexo-compresión en cimientos, castillos, vigas, cerramientos y losas.

La casa en García
Para llegar a García atravieso en auto el área metropolitana y kilómetros adelante opera otra realidad, lo rural en vías de conurbarse. La casa de descanso me parece de vanguardia a más de un siglo de haberse edificado, pues la función se ha modificado constantemente, de casa a bodega y viceversa. Sus muros son de adobe con espesor aproximado de ochenta centímetros que aíslan el calor, el espacio interior es a doble altura por lo que el aire caliente se concentra en la parte alta. La casa tiene una sola ventana. Este vano está ubicado en el muro poniente. Presenta jambaje trabajado con un afine en bajo relieve con respecto al revoque aborregado de mortero de cal y arena con el que se recubre el muro de adobe al exterior. El enrejado que protege el vano está formado por líneas rectas horizontales y verticales, además de espirales que se unen con remaches. El diseño del enrejado suaviza y poetiza el estilo de la casa, evidenciando una influencia islámica.

La ciudad
La ciudad de Monterrey antes con vocación industrial ahora se concibe a si misma como ciudad del conocimiento, ¿Qué implicaciones urbanas y arquitectónicas se derivan de esta vocación?

Analicemos el caso de García, que conserva sólo en parte su identidad original, la entrada a la ciudad ha sido invadida por más de veinticinco mil casas en serie, tiendas de conveniencia, dos supermercados y el recién inaugurado edificio de la casa del ayuntamiento. Así que los gallineros, el espacio semi-abierto de la estación de bomberos, la antigua fábrica de adobes, la feria nómada de juegos mecánicos y el llano usado como cancha de futbol ya no dominan el paisaje, aunque siguen estando ahí. Al cruzar el Río Pesquería, el casco histórico aparece: huertas, bardas de adobe aparente, casas y pequeños comercios como la cantina „La Oficina”, la tienda de abarrotes, la carpintería, la ferretería y la panadería enfrente del consultorio. ¿Qué necesita García hoy? ¿Puede conservar su patrimonio? ¿Cómo valorar los referentes urbanos? ¿Cómo se quiere vivir ahí?

Y de Monterrey puedo narrar un recorrido por Constitución que hago para llegar a la Facultad de Arquitectura de la UR: al conducir observo el edificio del supermercado Walmart, la estructura con sistema trilítico del metro elevado, el espacio delimitado por árboles del parque España, las ruinas industriales del Parque Fundidora, los prismas rectangulares de la clínica 33 del IMSS, las formas de masa y espacio de las celosías de los condominios Constitución, el aparejo incierto de los aplacados de piedra del restaurante El Rey del Cabrito, la loma larga repleta de edificaciones vernáculas urbanas con personalidades diversas, el color del Museo de Arte Contemporáneo, el prisma rectangular espacial del patio del Palacio Municipal de Monterrey, la recesión en los muros cortina de la torre del hotel Crowne Plaza, la estructura colgante del puente San Luisito, el espacio acalorado y comprimido de los pasillos entre los puestos del mercado bajo el puente, el espacio a cielo abierto entre las porterías de las canchas de futbol en el Río Santa Catarina, el anuncio del local de McDonalds, los balcones del hospital de Zona. Desde el auto es posible apreciar lo islámico, lo castellano, lo sefardí y lo franciscano y decodificar la nómina de elementos y conceptos que contrastan o refuerzan la austeridad, la fortaleza y el espíritu eclesial de la región.

Pudiera concluir que tenemos que culturizar la mirada a la ciudad. Promover una estrategia de sensibilización para los estudiantes de arquitectura y como habitantes apropiarnos de nuestro lugar.

Manga por hombro

Sancionar la inocencia del culpable,
desaprender el código aprendido,
quitarle la razón al razonable,
dormir con la mujer de su marido.

Almacenar sustancias inflamables,
cultivar el silencio y el ruido,
pintar de azul los días laborables,
exhumar las memorias del olvido.

Hacerle carantoñas a la suerte,
subir de tres en tres las escaleras,
repoblar con sirenas los pantanos.

Matar al Cristo de la mala muerte,
bailar alrededor de las hogueras,
manga por hombro, como los gitanos.

[1] “Estudiar la arquitectura como objeto cultural implica ampliar el campo de estudio del objeto arquitectónico en si, a los del hombre y la cultura que la generan. Hombre, cultura y arquitectura forman una triada indisoluble, y si bien el hombre y la cultura pueden ser estudiados desde otras perspectivas, la arquitectura, por ser condición de aquellos, sólo es explicable por los mismos. Desde el concepto de objeto cultural más que el de objeto arquitectónico, es fácil deducir que toda la obra arquitectónica es de suma importancia, independientemente de que sea clásica o románica, académica o vernácula, antigua o moderna, civil o religiosa, grande o pequeña”, cita del texto Arquicultura: Modelo para el estudio de la arquitectura como cultura del Dr. Armando V. Flores Salazar, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León en Monterrey, en el año 2003 (p. p. 52).
[2] En su poema manga por hombro del libro Ciento volando de catorce.

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