domingo, 14 de marzo de 2010

LOS COMPATRIOTAS ULTRAJADOS

Para tí,
para todos los que necesitan aliento y que miran con rabia.
Mientras viajaba hacia mi casa en medio del tráfico ralentizado de final de tarde lluviosa leí en la novela Déjame Entrar de John Ajvide Lindqvist: ‘…Suecia iba a convertirse en otro país.’ Qué ventaja tiene Suecia de poder ser otra. Eso México no lo puede hacer tan fácil, pensé.
Después de dos horas y media de regreso hasta mi casa, encontré un artículo de Juan Villoro que tituló Penca y pastelazo. Acaba de ganar un premio prestigioso este señor mexicano, compatriota.
Sabemos que el premio importa poco, lo que personalmente me reconforta es que escriba tan bien y haberlo conocido una noche en que me impresionó el discurso que dio en la charla, cuando con mucha claridad habló de él, de cómo aborda su oficio de escritor-narrador-padre.
Después de escucharlo lo que más me intrigó es que tengamos un personaje así en el país, donde el caos que improvisamos es la característica más surrealista.
En su reflexión semanal delineó la idea de que vivimos entre mexicanos inauditos, con quienes compartimos suelo, penas y proyectos de nación. Así que vivimos entre conductores homofóbicos, choferes borrachos, cantantes misóginos, cardenales elitistas, narcotraficantes violentos y un presidente desdibujado. Y yo agregaría que también entre escritores lúcidos y críticos. Que contrastes.
Me pregunto, ¿qué es lo que nos hace más daño? O dicho de otra manera, ¿Cuál es el mal más malo del país? ¿Qué milagro tenemos que pedirle a la Virgen? ¿Qué nos lleva por esta sordidez que estamos recorriendo? Porque si bien tenemos hambre y malos sueldos, también por tradición y costumbre tenemos sueños y fe.
¿Qué hace que los mexicanos apoyen o haya apoyado a Felipe Calderón? Creo que este proyecto puesto en práctica es un mal malo, uno de los más, sólo que como Salvador Cabañas en su cama de hospital no sabemos lo que está pasando aunque lo estamos pasando.
En ocasiones observo en la tele la expresión de Margarita Zavala de Calderón y siempre la encuentro de una tristeza insoportable. Como mexicana a veces me siento así: como si estuviera casada con Calderón, entristecida como Margarita cuando sale en las noticias. Me imagino que ella más que nadie, necesita apoyar todo esto que su marido construye (¿o destruye?) para nuestro país.
Yo no tengo hijos, ni paso hambre, ni frio y aunque me llevé hacia el desempleo por convicción hace unos meses, he podido salir adelante con mis ahorros. Aún así, sin formar parte de la población determinada por su condición social y económica no logro empatarme con el Gobierno que no eligió la mayoría de mis compatriotas.
No me siento tan ultrajada como ellos porque no apoye a Felipe Calderón en las urnas, pero los entiendo como a Margarita viendo a su esposo hundir la cabeza de Miguel Ángel Yunes en el pastel de festejo del aniversario 50 del ISSSTE, acto que se ha visto en YouTube más de seis mil veces.
Sí, siempre he pensado que Felipe es de los que agarra fuerza de los demás y que actúa animado por las porras, aunque después esconda la mano intencionada que Margarita intento parar rumbo a su objetivo. Y eso lo debió de aprender hace bastante, no creo que sea su primer pastelazo, sino el primer pastelazo mediatizado.
Oskar, el niño de trece años protagonista de la novela de Lindqvist, está acumulando rencores contra las injusticias que le suceden como las golpizas que le dan sus compañeros de salón, las burlas de sus vecinos, las traiciones de sus amigos, el alcoholismo de su padre, pero empieza a levantar la cabeza por amor, cuando conoce a Eli.
Hay compatriotas que después del ultraje empezaron a dejar los costales de penas en el suelo y no siguen los proyectos de nación del Gobierno desde hace tiempo, tal vez desde que Calderón hacia pastelazos en las fiestas de cumpleaños de su infancia.
Yo como ellos, quiero que en este próximo festejo bicentenario de Independencia no esté invitado Felipe, porque no va a haber pastel con el que nos pueda embarrar. Y que tampoco vengan Alejandro, ni Esteban, ni Norberto, ni Margarita, ni Miguel Ángel.
Juan sí, con él si tenemos que festejar el que México pueda convertirse en otro país.

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