martes, 12 de febrero de 2008

El interior: la sombra iluminada

El hombre cuando descubrió el fuego comenzó a iluminar, más adelante se vuelve sofisticado, designa a Apolo como dios de la luz y Albert Einstein inventa la bombilla. La caverna, oscura por naturaleza fue redescubierta a la luz, se convirtió entonces en arquetipo de refugio. En algún punto al hombre le interesó más velar que revelar y es aquí donde creo que comienza su aventura para controlar la luz mediante el acto arquitectónico.

La necesidad de tener interiores o sombras iluminadas lo lleva a reproducir fuentes de iluminación natural como el Sol o el fuego. Dice Baudrillard que la luz es todavía el signo de una intimidad privilegiada, da un valor singular a las cosas, crea sombras, inventa presencias, y el arquitecto es su manipulador, el artífice del simulacro, de dar luz y sombra, desde luego se auxilia de la física y cuanta herramienta encuentra a su alcance: ventanas, tragaluces, lucernarios, ojos de buey, claraboyas, celosías, vitrales, parasoles, aleros, cortinas, mangueras de neón, apagadores, vanos, pantallas.

Y desde ahí dar a luz la sombra, como una madre creadora, como LeCorbusier que le impuso su juego sabio de volúmenes bajo la luz a la capilla de Ronchamp, o como Mies van der Rohe quien parece un ingenuo al utilizar cortinas de piso a techo para controlar el nivel lumínico del interior del pabellón de Barcelona, aún y cuando sus aleros serían armas más dignas, o como Barragán en la habitación de visitas de su casa en Tacubaya donde controla la oscuridad con una ventana de madera dividida en cuatro secciones.

La luz tiene un simbolismo místico en la arquitectura. La ornamentación de muchos edificios está diseñada, en parte, para captar y jugar con la luz y la sombra. En Irán se desarrolló una técnica de recubrimiento en las cúpulas de mocárabes a partir de espejos facetados, en lugar de azulejo, para crear un juego de luces en el interior. También lo podemos observar en los bajorrelieves de los arabescos, en los muros lustrosos y en las cúpulas de azulejos vidriados.

En el concepto oriental el manejo del interior es discontinuo, fragmentario por el manejo de pantallas, formado por sucesiones y sin comunicaciones evidentes, sin formar ejes ni perspectivas. El manejo de la iluminación en estos espacios tiene directrices particulares, por ejemplo, se colorean los vidrios de las ventanas o las celosías para crear efectos en el interior, y tener diferentes percepciones espaciales, incluso en un mismo día según la hora.

La iluminación artificial hoy en día tiende a disimular las fuentes luminosas, una retracción del techo abriga, a todo su alrededor, tubos de neón que aseguran una iluminación general disimulada...en la cavidad del plafón que corre a todo lo largo del cielo raso, detrás de la parte superior a lo largo del mueble, debajo de las repisas...

Y la arquitectura sigue buscando el placer de los sentidos, privilegiando la vista. Hasta que vivamos en un país con una ceguera blanca como vaticina José Saramago.

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