miércoles, 29 de abril de 2009

TAPABOCA


Algunas veces, mejor dicho, muchas veces he tenido que, metafóricamente hablando, taparme la boca. Ayer Vicente (a quien le agradezco su preocupación) me dio un tapaboca porque estamos en un decretado estado de emergencia por una nueva enfermedad. Esta circunstancia ha modificado mi rutina y he estado llendo a mi casa a comer, siguiendo las recomendaciones de no consumir alimento preparado por otras personas. Cuando hice el viaje de ida de la oficina a mi casa, vi desde mi auto que no era la única que me cubría la nariz y la boca. Me deja un sabor muy extraño el ver que utilizamos este objeto, así que por ejercicio comencé a contar las personas que lo llevaban: recordé que al primero que vi hoy fue al vendedor de periódico que siempre saludo en la mañana, y que a él se sumaban algunos automovilistas, principalmente taxistas y choferes de transporte colectivo, los oficiales de tránsito, un repartidor de pizzas, un chofer del camión de Coca-Cola, una pareja de transeúntes que caminaban por la banqueta, un señor que cargaba las bolsas con su compra del supermercado, los bomberos que iban en su camión, en fin, desistí porque para mi sorpresa eramos más de los que pensé. Des-cubrí que los que usamos tapaboca, nos hablamos con la mirada. Nos vemos y nos decimos que estamos conscientes de que tenemos que hacer algo. Desafortunadamente hemos formado una sociedad de desconfianza, creemos a medias los informes que lee el Secretario de Salud y los anuncios del Presidente (ilegítimo, por cierto). Nos hemos engañado en el pasado con mentiras y desinformación, así que la atmósfera que hemos construido en estos últimos días es para mi desconcertante. Veo las calles vacías, las escuelas cerradas, postergados los eventos que concentran personas, y lo que identifiqué hace un rato y el motivo por lo que escribo ésta entrada es que aparte de miedo siento coraje. Coraje porque tengo paranoia y no dejo que nadie me toque, ni toco a nadie, por consultar web sites para "estar informada" o buscar en wikipedia "pandemia". No obstante, reflexioné que hay lugares en este planeta que compartimos, donde medidas de higiene como lavarse las manos constantemente, no escupir en la vía pública, utilizar tapaboca y no tener contacto físico con otro ser humano, son las condiciones normales del protocolo de convivencia y no un estado de emergencia como el que nos anunciaron que estamos viviendo. En muchas zonas de mundo, incluso en la ciudad en la que vivo, se mueren diariamente personas por condiciones de insalubridad, falta de acceso a atención médica y medicamentos, y sobre todo violencia y hambre. No dejo de pensar que deberíamos combatir otras batallas y otros virus, que las emergencias no decretadas existen y que deberíamos de oír otras voces. Con la boca tapada, como siempre hemos estado sin estarlo, es como más nos hemos hecho escuchar. Desde aquí manifiesto mi solidaridad con los que se tapan con pasamontañas, paliacates, tapabocas o con silencio. Y quienes ya cubiertos, nos damos cuenta de lo absurda que es la realidad colectiva que hacemos entre todos, en este mundo difícil. Habremos de des-cubrirnos.

lunes, 20 de abril de 2009

De resolanas: Alberto Campo Baeza


“La arquitectura necesita tiempo para ir corrigiendo, para ir precisando”.

Transcurría una tarde de lunes cuando a última hora decidí asistir a la Cátedra Luis Barragán que dictaría Alberto Campo Baeza en el auditorio Luis Elizondo. Fue una decisión intuitiva como caminar por la sombra cuando cae el Sol a plomo. Ese día me sentía viviendo una resolana y con esa atmósfera empecé a escuchar la conferencia Pensar con las manos. Tenía conciencia de la existencia del arquitecto pero no contaba con suficientes datos analizados de su teoría y obra arquitectónica.

La primera frase que oí de su disertación fue: la estructura establece el orden del espacio. Yo recibía con bastante apatía las palabras que pronunciaba el vallisoletano, quien según mis prejuicios sonaba arrogante. Sin embargo ocurrió que con cada enunciado me empecé a sentir más cómoda en la butaca y con la idea de arquitectura que expresaba desde el podio. Provocó que me sucediera algo que muy esporádicamente me pasa con los arquitectos: Campo Baeza me sorprendió, y lo mejor fue que lo hizo sin que yo lo esperara, justo como cuando me enamoro.

Describir el movimiento lento de un rayo solar en un espacio interior y compararlo con la velocidad de la miel, leer poemas de Blake y Shakespeare a sus alumnos de la facultad, sentirse en su exploración cercano a Bernini quien curveaba las fachadas de los edificios para trabajar la luz –“el elemento más lujoso y gratuito con el que trabajamos los arquitectos”–, y afirmar que la arquitectura no está en el Star System, sino que se alcanza fuera de este círculo cerrado, me hicieron prestarle absoluta atención y anotar en cuatro post it amarillos a rayas palabras que formaban ideas, que me parecían de un sentido común abrumador.

Nos advirtió que con escasos proyectos esbozaría su trabajo reciente. Recorrimos entonces la guardería para Benetton en Treviso, Italia, donde el espíritu de una descripción de Borges motivó que se perforaran estratégicamente muros y cubierta; la casa Olnick Spanu en Garrison, New York, donde se provocó un juego entre lo estereotómico que es la cueva o el excavar y lo tectónico que es la cabaña o velar; el Museo de la Memoria de Andalucía con la rampa en su patio elíptico protagónico con referencia en dimensiones al patio circular del Palacio de Carlos V en la Alhambra y la Caja de Granada, un diedro que funciona como un impluvium de luz utilizando el alabastro como pantalla reflectora.

Con alusiones al músico Bach y su prolija producción de cantatas y a Ortega y Gasset y su argumento de que la claridad es la cortesía del filósofo, nos acercó a sus propuestas arquitectónicas, su alegato a favor de las maquetas –“la visión simultánea e imprescindible de las tres dimensiones”– y su cercanía a Platón con quien coincide en ideas como la belleza es el esplendor de la verdad, que aplica en la utilización del hormigón visto, construido sin perfección, a puñetazos.

Concluyó su discurso diciéndonos que esto de la arquitectura si merece la pena y da recompensa, que ser arquitecto exige enorme paciencia, porque la paciencia lo alcanza todo y entonces hasta los cuentos de Cenicienta se pueden hacer realidad, incluso sus utópicas ideas de socializar el suelo y controlar las fábricas de autos.

Como un poema que no se desgasta, las ideas construidas de Alberto Campo Baeza, fotografiadas por el japonés Hisao Suzuki son tiempo y espacio controlados, resistiendo la velocidad que vivimos, propuestas por un peatón de las plazas y parques en Madrid que viaja en metro sin reloj y quien de rebote me sacó de la resolana arquitectónica en la que transitaba para inundarme de Sol en Monterrey.

www.campobaeza.com

miércoles, 8 de abril de 2009

LAURA


Pues, un día yo caminaba por la banqueta y me la encontré. Otro día dejamos de vivir en la misma ciudad. Esporádicamente ocupamos lugares y tiempos que nos inventamos. Yo no concibo mi vida sin ella: es todo lo que no soy y que su existencia me devela y descubre. Acá mirando Buena Vista Social Club, cada quien ve y siente su postura. Cuantas veces nos hemos acompañado en el viaje? Me hace inmensamente feliz que este aquí. Casi nacimos juntas y vivimos en conexión, a momentos. Es lo mas sutil de mi vida y también lo mas poderoso, es la energía que la vida me entrego sin miseria. Reclamo como un derecho humano tener una amiga de alma, de corazón, de refugio, que camine siempre conmigo, de muchas coincidencias e inimaginables experiencias, y que seas tú.