miércoles, 2 de septiembre de 2009

DE LOS ANHELOS Y LOS SUCESOS



Sofía Coppola (NY, 1971) expone en su película Lost in Translation (EUA, 2003), un análisis de lo perdido, de lo no vivido, ese tránsito necesario que tenemos entre lo real y lo imaginario que representa nuestro lazo a la ficción. ¿Qué sucede con lo que no elegimos? ¿Por qué sus efectos son profundos?
La posibilidad es una constante humana y las elecciones que tomamos un sendero que recorremos. Elegimos perder conexiones, kilos, complicidades, cabello, celulares, tiempo. Yo despojada, yo abrumada, yo desesperada por lo que no tengo, efectos de la dominante cultura del triunfalismo que me marca un camino de pertenencias, de hechos, de concreciones.
Con lenguaje visual prolijo y simbólico que baja el telón con la canción Just Like Honey de The Jesus & Mary Chain, se nos muestra que somos los solitarios solos, los animales más interesantes. La vida para el hombre ha sido más lo que no ha sido que lo que fue y será. En las conexiones que fabricamos y que abandonamos nos confesamos consciente e inconscientemente.
A la manera de Peter Greenaway (Gales, 1942) en Rembrandt’s J’accuse (Países Bajos, 2008), quien denuncia el empobrecimiento de la cultura visual y señala que lo que vemos no es la realidad, Sofía también habla y se dice. Greenaway se acerca y analiza La Ronda de Noche de Rembrandt para exponer su teoría. Coppola nos asoma a una relación entre dos seres con generaciones distintas para denunciar la ralentización de las conexiones humanas, que en términos actuales enunciamos como recesión: no sabemos traducirnos.
Las conexiones rotas entre Bob/Lydia y Charlotte/John; la compañía solitaria de desconocidos que muchos padecemos en noches de tragos, strippers y karaoke; la sinergia de todo el desenchufe expresada en el ocio de Charlotte (Scarlett Johansson), una filósofa desocupada y Bob (Bill Murray) un actor de comerciales de whisky; la dificultad de entendernos en el otro que Charlotte evidencia al rechazar la frivolidad de la actriz amiga de John; la traducción como la distancia insalvable retratada en la ciudad de Tokio que para los protagonistas representa una cultura indescifrable donde en los restaurantes “te ponen a cocinar tu cena”; el contexto que no acabamos de entender o entendemos a medias, al que pertenecemos y del que queremos huir; y la educación que recibimos más en términos de conducción que de liberación es lo que Sofía denuncia como síntomas del vacío.
Las vidas transcurren entre lo perdido, en lo inconcluso, en lo que no fue ni será, en las entrelíneas del currículo, lo que no sucede y sucede que tanto interesa a Javier Marías en su literatura. Mi propia experiencia me lo confirmó hace algunos años cuando fui a Macchu Picchu y conocí en el camino hacia allá a un sujeto “X”. Fueron solo unas horas, pero la forma en que conectamos fue extraordinaria. Me guió, me enseñó lo que sabía del lugar, del cual ninguno de los dos formábamos parte, caminó a mi lado. Yo lo seguí, lo descubrí, lo escuché y simultáneamente nos perdimos. No hay manera de volver a conectar pues no se donde vive, ni que hace, ni como se apellida. Solo sé que yo soy para él lo mismo que él es para mí: lo imposible. ¿Por qué no continuamos? Porque no lo escogimos.
El recorrido de Charlotte y Bob presenta esa estructura de lo intemporal, lo etéreo, lo impreciso, pero sobre todo lo honesto, porque no hay espacio para más. Deciden no consumar un affair, aunque experimentan encuentros románticos donde la emoción sustituye lo sexual.
Sofia Coppola con sus películas (The Virgin Suicides, 1998; Marie Antoinette, 2006; Somewhere, 2010) no logrará purgarnos de la perdida, pero tal vez lleguemos a entender nuestras propias ilusiones ópticas y la sordidez de la búsqueda de tiempo y espacios ficticios. Nietzsche nos previno sobre la mentira señalándola como una decadencia y un agotamiento. La advertencia es que se nos está olvidando improvisar, ser libres, librar batallas. Empecemos entonces a luchar contra las ilusiones.



[www.lost-in-translation.com]

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