viernes, 9 de mayo de 2008

SOY UNA CASA

Conocí a Orhan Pamuk después de que los medios difundieron la noticia de su premio Nobel de Literatura. Compré Estambul: ciudad y recuerdos esperando encontrar su idea de arquitectura en la lectura que hace de su lugar, pues sabia que tuvo formación de arquitecto. Leyendo su autobiografía me entero que sólo estudió unos años y no concluyó la carrera, pero aún así encontré que su sensibilidad arquitectónica impregna la visión de la ciudad. Hoy pienso que nunca le ha dejado de interesar la arquitectura, lo deduzco al concluir el libro.Después de leer el capítulo 10 de Me Llamo Rojo, la primera novela de Pamuk que vivo, comencé a trabajar sobre la misma idea que desarrolló en él: que el objeto narre su historia. Aquí intento desde mi inexperiencia literaria inventarme un capítulo que mi anhelado e inexistente arquitecto-escritor Pamuk construiría con palabras, de antemano me disculpo por la falta de humildad y lucidez para permitirme este ensayo.


Soy una casa

Soy una casa y estoy muy sola. Apaguen televisores y celulares, desconecten el Internet, presten atención para que pueda contarles por qué estoy tan sola.

1. Dicen que he sido dibujada a toda prisa en la computadora para que el maestro arquitecto tenga frente a él la representación de una casa. Eso es cierto. Ahora, junto a mí, no hay ni otras casas magníficas, ni edificios de la gran ciudad, ni calles pavimentadas rectas o retorcidas, ni nubes en el cielo. Sólo el infinito negro vacio en la pantalla, el cursor y yo. Pero mi historia es más complicada.

2. Como casa, es evidente que no tendría por qué formar parte de un programa. Ahora bien, como representación de una casa que soy, me incomoda no estar en cualquier computadora. Se me ocurre que si no reflejo algo en ésta pantalla, podrían construirme en serie como lo hacen los mercenarios y venderme al mejor postor. Que no se entere la gente del maestro arquitecto, pero eso me enorgullece en secreto aunque luego me avergüence y me dé miedo.

3. La razón fundamental de mi soledad es que ni siquiera yo sé de qué historia formo parte. Iba a ser parte de una, pero me caí de ella como un proyecto utópico que nunca se construye. Voy a contárselos:

Historia de mi caída de mi historia como un proyecto que nunca se construye

Hace algunos años, Alfonso, el gobernador de los regios, que era tanto el mayor enemigo del norteamericano como el mas amante de las utopías urbanas que existió sobre la faz de la Tierra, empezó a mostrar síntomas de senilidad y lo primero que le ocurrió fue que dejaron de interesarle las diversiones, la cerveza, las fiestas, el futbol y las mujeres. Cuando abandonó también el cigarro, su mente dejó de funcionar. Poseído por las aprensiones de todo viejo de alma negra y cara larga, trasladó la capital de Nuevo León, a Dr. Coss con la idea de estar todo lo lejos posible de las influencias norteamericanas. Cuando envejeció aún más fue poseído por sus demonios, sufrió una crisis nerviosa y renunció completamente, como si fueran las mayores de las blasfemias, al vino, a los efebos y a la pintura, todo lo cual es una buena prueba de que tan enaltecido gobernado había perdido completamente la cabeza después de perder el gusto por el tabaco.

Y fue así como los urbanistas, arquitectos, dibujantes y maquetistas que con sus manos milagrosas habían estado creando las mayores maravillas del mundo durante algunos años en Monterrey se dispersaron de ciudad en ciudad como una bandada de palomas. El alcalde Benjamín, sobrino y yerno del gobernador Alfonso, invitó a los más brillantes de ellos a García, de donde era gobernante, les instaló en sus estudios y les encargó que proyectaran la ciudad futura para García, y así comenzaron a hacer un maravilloso proyecto. El gobernador Alfonso, que quería pero envidiaba a su inteligente y agradable yerno y que lamentaba haberle entregado a su hija, se sintió consumido por los celos cuando oyó hablar de tan prodigioso esfuerzo y, enfurecido, depuso a su sobrino como alcalde de García y lo desterró a la ciudad de Chihuahua y posteriormente, en otro ataque de furia, a la todavía más pequeña ciudad de Cuauhtemoc. Así, los arquitectos y urbanistas de García se dispersaron por otras ciudades y países, por los estudios de otros mandatarios y poderosos.

Pero, por un milagro, el maravilloso proyecto del alcalde Benjamín no se quedó a medias porque tenía a su servicio a un leal secretario. Este hombre abordaba aviones e iba hasta Valencia porque allí se encontraba el mejor maestro estructurista, luego llevaba ideas a Beijing porque había un renderista que representaba la más elegante agua, después cruzaba el pacífico hasta ciudad de México para que se diseñaran los patios y provocaran el silencio y dibujara los detalles el mayor maestro de los dibujantes, que trabajaba para los italianos; bajaba a Buenos Aires y entonces hacía que uno de los viejos maestros teóricos analizara el contexto; en Londres pasaba por el estudio de un ideólogo y le encargaba que escribiera con letra neón fosforescente la inscripción que se encontraba sobre la puerta de acceso al complejo el mejor de los argumentos; y de nuevo al norte, a Chihuahua, y allí le mostraba al alcalde Benjamín los planos que había completado a medias tras seis semanas de viaje consiguiendo que el alcalde le felicitara.

Comprendieron que, de seguir así las cosas, jamás conseguirían terminar el proyecto, así que contrataron servicios de paquetería exprés. Le entregaron a cada uno de ellos, junto con la lap top en la que querían que se dibujara y escribiera, una carta en la que se le describía al arquitecto lo que se pretendía de él. Y así los mensajeros recorrieron los caminos del país de los aztecas, de la tierra de fuego, de Inglaterra, llevando con ellos computadoras para el proyecto. La preparación de éste se aceleró gracias a la paquetería. A veces los mensajeros y los paquetes que transportaban se encontraban en una bodega en una noche caliente en la que se podían oír girar los ventiladores, se enzarzaban en una alegre conversación, y comprendían que trabajaban para el mismo proyecto, abrían los planos de sus respectivas computadoras e intentaban comprender a su albur a qué parte del proyecto correspondía cada uno de ellos.

Yo también debería haber estado en uno de los planos de ese proyecto del cual he sabido hoy con tristeza que ya ha sido construido. Por desgracia, una noche tibia de verano, unos ladrones le cortaron el camino al mensajero que me trasportaba a través de los pasos a desnivel de un complejo vial. Primero le dieron una paliza al pobre chofer y luego le despojaron de todo lo que llevaba a la manera de los bandoleros, lo secuestraron y lo mataron despiadadamente. Por eso ni siquiera yo sé de qué parte del proyecto no he sido construida. Les ruego que me observen y que me respondan: ¿Quizá daría refugio a Ulises cuando visitara a Penélope después de llegar en tren?...

...continuara.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario