sábado, 14 de enero de 2012

LA PIEL QUE HABITO


Es emocionante ir al cine a la proyección del mas reciente filme de mi director favorito. Sobre todo si he estado esperando el momento por mucho tiempo. El 25 de diciembre fui a la primera función de La Piel Que Habito de Pedro Almodóvar. Desperté alrededor de las nueve de la mañana y lo primero que pensé fue ir hacia el cine mientras la ciudad estaba suspendida en la resaca de la Nochebuena. Así que maneje por calles vacías, el síntoma de que estaba en camino a una experiencia particular. Cuando parece que no sucede nada, esta a punto de pasar algo. Me gusta ir al cine sola porque así puedo estar a mi aire, sobre todo en películas especiales. Esta era sin duda una película de esas que prefiero no ver con alguien, al menos la primera vez [aunque agradezco a Ó su intento de verla conmigo y a todas las demás personas que me quisieron acompañar para que no vaya sola al cine]. Llegué al centro comercial y mi auto era casi el único que ocupaba un cajón del estacionamiento subterráneo. Me vendieron el primer boleto del día y con una botella con agua en la mano me dirigí a la sala. No había nadie. Me senté hasta la última fila de butacas, en el centro. Nadie mas entró. Salí hasta que se terminó el rollo con los créditos. Me gusta ver los créditos de las películas porque siempre tienen algún detalle revelador, como el que Pedro le agradezca a Louise Bourgeois haber salvado a su protagonista, lo que me llevo a pensar en las personas que me ha salvado a mí. La escena final es perturbadora, pienso que le complacerá a Ó que se cumpla una de sus máximas respecto a los filmes, aunque deteste tan entusiasmado toda la obra de la señora Almodóvar. Me embriaga el aura de las entregas de Pedro, los libros que leen sus personajes, la música que escuchan, la ropa que llevan, las palabras que dicen, los interiores que habitan, los viajes que hacen, las crisis que atraviesan tan espectacular e inmaculadamente porque si lo hicieran en serio no podrían: si a Pepi un policía le roba su virgo para que no tenga consecuencias por cultivar cannabis en macetas en la ventana de su piso, se venga preparándole una paliza ejecutada por los integrantes de la banda pop de su mejor amiga, la sádica Bom, y persuadiendo a Luci, la esposa masoquista del violador, de hacerse su groupie y abandonarlo. La Piel Que Habito es menos escandalosa que Pepi, Luci, Bom y las chicas del montón, es deliberadamente pulida y trabajada. El guión no me hechizó como ya me ha pasado, solo en algunos breves momentos. Pero no lo reprocho, porque no puedo ser objetiva respecto a la película, soy una fan masoquista, lo acepto y lo disfruto, esa es la piel que habito. Soy parte del cosmos de todas esas historias que Pedro ha contado. Siento que yo estoy ahí dentro, de espectadora inconsciente de lo que sucede en el universo artificioso que construye, que apareceré en alguna toma al borde de un ataque de nervios, que me quiero vengar de lo que me han hecho con un gazpacho atestado de somníferos, que ruego por atención, que toco la guitarra como Bom, que soy una sobreviviente del mundo como Vera, este que vivo yo, tan descolorido. Hay solo dos hombres que son capaces de colorear la vida y que me estremecen, uno de ellos es Pedro. Yo quiero estar con Pedro, yo estoy con él, mientras veo las hojas de la palmera moverse por el viento, sentada en el tapete rojo, escribiendo en el ordenador después de meses de no hacerlo para mí, o para nosotros.

Feliz Navidad. Feliz habitar.

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