A Carlos Monsivais, ahora cronista de las batallas del otro lado.
El jueves pasado vi la película Batalla en el Cielo de Carlos Reygadas, ayer Leonera de Pablo Trapero, las dos películas tienen la enorme contribución de ser termómetros de la conciencia. La combinación ha sido ideal para complementar mi ansiedad: tengo meses, semanas, días indignada, mal viajada, por estar 'de campañas'. Deliberadamente preferí observar, registrar, transitar sin intervenir, dejando hablar primero antes de replicar.
Mañana 1 de julio de 2012 nos vamos a pisotear, es una idea que no puedo sacarme. La historia nos confirma este ciclo humillante. Volteo a mi alrededor y no encuentro mas que malabaristas intentando salvarse como pueden de la fatalidad. Las bardas crecen en altura, las armas se volvieron cotidianas, la corrupción invade, las instituciones se desmoronan, nos impusimos el toque de queda. Es la sociedad de lo inverosímil, de la evasión, de los conquistados. Los conquistadores vuelven: con copete, con vagina, con madrina, con amor, con nada. El proceso duele mucho, fastidia, incomoda, refleja lo que somos.
Yo iré a votar mañana, pero no por la invitación-eslogan del IFE 'votar te hace libre' [que es una baratija publicitaria, habrá que preguntarle a la institución cual es su definición de libertad], lo hago para cuestionarme.
El voto es una confesión personal. El hombre es el único ser que se cuestiona a si mismo para saberse. En el ejercicio del autoconocimiento hay quienes se engañan, quienes se venden, quienes se ignoran, quienes se traicionan, quienes se liberan, quienes se rebelan.
Que importante es la libertad. Reygadas, Trapero, y algunos otros la practicamos en mayor o menor medida. La libertad en este momento equivale a ser conscientes de lo que sucede en el mundo: la violencia, el capitalismo, el sometimiento, el poder económico, la soledad, el desvanecimiento, la frustración, el hambre, la pobreza, el sinsentido, el ecocidio, la guerra, el narcotráfico, la desilusión, la virtualidad.
Es muy difícil vivir así, en medio de todo esto, pero la única manera de dignificarse en las condiciones actuales es conociéndolas como la palma de la mano: sin negarlas, sin voltear para otro lado, sin velar, sin enmascarar. Sin miedo, por supuesto.
Espero la mañana del 2 de julio, para acomodar lo que quedo del país.
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